domingo, 21 de octubre de 2012

En mi vuelta al Mundo (OS)





 
Escrito por: Raquel Cullen (Marta Salazar)
Resumen: Edward es un piloto aviador quien ha decidido recorrer el mundo en su Cessna. OS realizado para el concurso "Y qué tal si?", 3er Aniversario del BlogLetras de Lullaby: www letrasdelullaby blogspot com (sustituir espacios con puntos)

En mi vuelta al mundo

Llevaba toda su vida planeando recorrer el mundo y conocer cada cultura descubriendo sus secretos. Hacía dos meses, al celebrar su vigésimo sexto cumpleaños decidió que había llegado el momento.
Hijo único, y ya con sus padres fallecidos nada le impedía dar rienda a su aventura y perseguir su sueño. Sus padres le habían enseñado el valor de la vida y la pasión por conseguir aquello que le hiciera feliz.
Su familia era dueña de un gran imperio en el campo de la aviación. Día a día, mientras crecía tubo frente a su vista el cómo tanto su padre como su madre eran felices como pareja, como familia y cada cual consigo mismo.
Fue muy duro para él seguir adelante con el negocio familiar, luego de aquella fatídica noticia. Ese día su mundo se derrumbó por completo ante él.
Carlisle y Esme, esa misma mañana abordaron el aeroplano favorito de sus padres. Su nuevo juguete como lo solía llamar él, era un prototipo. Un beneficio en este negocio era que se podían permitir muchos de estos costosos lujos.
La aeronave había salido con muy buenas críticas luego de sus pruebas. Era una máquina realmente hermosa y veloz. Con ella podían aterrizar en casi cualquier sitio, y muy pronto la nueva creación de Cullen Aviation fue adoptada por el joven matrimonio. A pesar de que aún se encontraba en fase de investigación, Carlisle, como experimentado piloto aviador, se sentía muy confiado con el desempeño de su medio de transporte. Constantemente viajaban en él a sus reuniones a lo largo del país, pero ese día todo cambió.
Para el medio día, las autoridades habían confirmado el fallecimiento de sus padres, ambos murieron en el percance. Tratando de darle ánimo, le hicieron saber que no habían sufrido, pero nada logró contenerlo, ese día perdió su corazón y la mitad de su alma. Se encontraba solo de un momento a otro y teniendo que tomar bajo sus hombros el continuar con el legado en Cullen Aviation. La investigación y el desarrollo aeronáutico debían seguir, era lo mínimo que debía hacer por la memoria de sus padres. Él amaba la aviación, era piloto, pero no era lo mismo solo, sin poder compartir sus triunfos con sus seres queridos.
Se mantuvo al frente del emporio por largos siete años, y durante cada día hizo su mejor esfuerzo. La compañía se mantenía como pionera en la rama. Había alcanzado logros sorprendentes y su equipo de trabajo era el mejor. Pese a que todo lo que emprendía alcanzaba los máximos niveles, en él faltaba algo. Vivía solo y nunca se permitió que en su mundo existiera más nada que trabajo, aunque para él este era por mucho su más grande placer. Lo había meditado largas horas por las noches, solía levantarse antes del amanecer, tomar su Cessna y partir a recibir el alba entre nubes.
Era una de las vistas más bellas que cualquier mortal jamás viera. Él nunca entendió por qué la gente parecía feliz entre cárceles de concreto y dedicando la mitad de la vida a contemplar una señal de televisión. Siendo que allí afuera el aire era puro, el paisaje inmejorable y la sensación de libertad era completa. Nada de semáforos en rojo, conductores alterados demostrando sus sentimientos al dejar sin aire el pobre grito de la bocina. Aquí arriba era cero embotellamientos y no parecía haber límites a dónde quisieras ir. Este era el lugar donde sus mayores decisiones fueron tomadas y ese día… la mayor de su vida.
Ya en tierra, inició cuanto preparativo consideró pertinente. Hizo reunir a su equipo de trabajo y les notificó de su decisión. El revuelo fue abrumador. Se sentía el ambiente cargado y tenso, por lo que haría Edward Cullen.
En cuestión de dos meses toda la compañía había atendido a las exigencias de su dueño, cada uno de los empleados había aceptado el reto. Durante el próximo año la compañía debía laborar eficientemente sin contar con el liderazgo de algún Cullen. Pero se podía y se haría.
Esa mañana se levantó fuerte y feliz como no lo era en muchos meses, era normal, se encontraba acariciando las primeras horas de su día cero, como lo bautizó. La noche anterior finiquitó hasta el último detalle de la planificación y organización de su viaje. El viaje que daría inicio a sí mismo.
Con el plan de vuelo (1) aprobado, enfundado en sus Jeans de la suerte y la chaqueta de cuero que le regaló su madre en su cumpleaños, un año antes de morir, y calzando unas hermosas botas de cuero se enrumbó hacia el hangar (2). Donde encontró a su hermoso y querido aeroplano, su Skyline.
E. CULLEN, el regalo de su padre al cumplir 18 años de edad. Un Cessna 182 de 8,8 metros de longitud, con 11 de envergadura (3) y 2,8 de altura. Más de una tonelada de peso contando equipaje y los suministros necesarios para la primer parte del viaje. Una maravilla de máquina. Podía volar a una velocidad máxima de crucero de 270 KPH (kilómetros por hora) durante más de 1400 kilómetros cada vez.
Se estaba tomando un año sabático, para buscar respuestas a la crisis existencial que habitaba en lo más profundo de sus entrañas y que lo empezaba a consumir lentamente. No podía darle espacio a sus demonios, él no podía darse el lujo de sucumbir. Él era el último Cullen.
La aeronave había sido su cómplice y consejera silenciosa en sus más oscuros días, y hoy más que nunca. Marcharían juntos hacia lo que estuviera ahí afuera, fuese lo que fuese lo que le preparara el destino. No tenía miedo a ello, el único temor que sentía era dejarse perder. Y no lo haría, jamás se lo permitiría.
Después de chequear el exterior del aparato, y equipado con sus cartas de navegación, la mejor tecnología disponible y suministros se dispuso a realizar el primer despegue en su vuelta al mundo.
Con la convicción de dejar atrás junto con tierra firme, todas y cada una de las cargas que se fueron acumulando e hicieron de lastre en los últimos 7 años, hombre y máquina se hicieron uno en la travesía con el descubrimiento, el reencuentro.
Las horas de la mañana quedaron entre Dallas y Florida, paradas necesarias para estirar las piernas y rellenar el tanque de combustible. Ya en el aire luego del tercer despegue, el plan de vuelo se estaba ejecutando de acuerdo a lo programado.
Se encontraba sobrevolando el Océano Atlántico. Un sinfín de islas de todos los tamaños sobresalían del espejo de agua a sus pies. Él se encontraba tranquilo, más relajado de lo que creyó posible. Disfrutaba de la magnificencia de su entorno. Constantemente revisaba las lecturas de cada uno de los instrumentos del impresionante panel de control.
Con anhelo deseaba llegar a su próximo destino, Puerto Rico. Aro Vulturi, un viejo amigo de su padre residía en ese lugar. Era el último eslabón con vida que le unía a sus padres. Ya saboreaba los manjares que solía preparar Aro. Chef de profesión y piloto de corazón. Tendrían tema de sobra poniéndose al día mientras degustaba la buena cuchara del chef. Ambos tenían mucho qué decir con los acontecimientos de todos estos años.
Al sobrevolar alguna parte en lo que llaman El Triángulo de las Bermudas, los sofisticados instrumentos de la nave enloquecieron y empezaron a arrojar lecturas descabelladas, completamente absurdas y erróneas… Él nunca dio peso a los mitos de muchos, que aseguraban la serie de irregularidades que tantas veces decían, experimentaban los instrumentos en sus viajes por estos lugares. Llegaron a él viejas anécdotas que escuchó de niño, y que de las cuales siempre imaginó como aquellas de piratas y dragones, eran no otra cosa que fantasía ante sus ojos. Ahora mismo se replanteó los más de 60 años de desapariciones inexplicables de barcos y aviones.
Un estruendo sofocado con un seco movimiento lo volvió al presente. La hélice del único motor se había detenido. Trató de reiniciar los instrumentos sin resultado positivo. Entonces hizo lo primero que le fue enseñado en la escuela de aviación: buscar un sitio donde aterrizar.
Miró hacia el exterior a través de las grandes puertas laterales esperando ver una de tantas islas que recién visualizó, pero no logró ver nada. El océano reflejaba los rayos del sol del medio día, vibrando cual espejismo en un desierto. Con todo su cuerpo buscó alrededor, por la derecha y por la izquierda, incluso adelante. Para todas direcciones lo único que se observaba era las infinitas dimensiones del mar.
Percibió la sequedad en la garganta, tragó con fuerza para humedecerla, pero solo se escuchó tragar y el alivio no se hizo presente. El sudor empezó a formarse en su frente, se frotó los ojos con una de las manos. Los primeros síntomas de la desesperación se hacían presentes y no era buena señal. Recordó a sus padres y por primera vez desde su partida sintió la impotencia ante algo tan grande que lo superaba. Rogó en silencio a ellos por ayuda, por serenidad, por un milagro en lo que el Cessna sobrepasaba una blanca nubecilla. Seguía insistiendo con el procedimiento para este tipo de situaciones, debía mantener la calma, pero el motor no atendía a sus órdenes. Parpadeó por el sudor que se deslizaba por su nariz llegando a nublarle la vista. De nuevo se limpió el rostro tratando de no perder, al menos, su orientación.
Sus piernas temblaban levemente ante tanta impotencia. Sin darse por vencido ante tantas veces que realizó el protocolo de encendido, continuó. Si llegaba a perder la vida en la caída, que bien sabía era probable, o que si por algún milagro de esos lo sobreviviera, tendría la satisfacción de haber puesto en práctica todo cuanto le enseñó su padre y sus instructores de vuelo. Lo haría hasta el último instante.
Cerró los ojos y respiró profundo antes de intentar, según él, una última vez. Cuando abrió los ojos en lo que fueron fracciones de segundo, su mirada se enfocó en un pequeño punto a su derecha. Abrió los ojos con exaltación al localizar una pequeña porción de tierra, pero estaba demasiado lejos como para llegar hasta ese punto planeando como hasta entonces. Rogando por una segunda oportunidad giró la llave. La hélice tomó vida como si no se hubiese detenido. Haló el timón del Cessna hacia él con fuerza buscando un poco de distancia con el mar que parecía estar seduciéndolo con sed. La nave obedeció con pasión la solicitud del piloto y rápidamente regresaron a la seguridad de los altos cielos.
Un fuerte viento de cola (4) arrastraba a su presa y Edward se dejó llevar. Rápidamente la temperatura regresó a su cuerpo, sus piernas se sentían fuertes de nuevo e incluso una sonrisa se dibujó en sus labios. Necesitaba tocar tierra y descansar.
Desde su posición logró ver la belleza de la isla. Se trataba de un lugar exuberante con amplias playas ideales para su propósito. De allí podría salir con facilidad. Él había realizado ese tipo de maniobras en varias oportunidades. Se dio a la tarea de realizar un par de sobrevuelos reconociendo el lugar. Le había parecido ver un pequeño asentamiento (5) no muy lejos de donde dejaría la aeronave.
En un único intento logró aterrizar de manera limpia y sin contratiempos. Una carcajada salió de sí ante tal hecho, era poco creíble que tuviera tan buena suerte. Estuvo a punto de perder la vida unos momentos antes, y ahora se encontraba en medio del paraíso y su transporte intacto para reanudar el viaje, en cuanto le fuera posible.
Aseguró a su amiga, su E. CULLEN (6) para que ni el viento o el mar le causara daños. Se descalzó los pies, enrolló un poco sus Jeans y se abrió camino entre la refrescante, húmeda y blanca arena. Su mirada viajaba de sus pies que se hundían con cada paso a la espesura del bosque que lindaba con la playa.
Las olas acariciaban con furia sus pies y se refrescaba con la brisa en sus cabellos. Se detuvo cerrando los ojos sintiendo el aire en sus mejillas. Respiró profundo llenando una y otra vez sus pulmones con esa fragancia salina. Abrió los ojos y continuó su marcha. No perdía tiempo recordando, solo disfrutaba. En verdad aquel sitio era paradisiaco. Las copas de los árboles componían una melodía en armonía con el mar y el viento… y eso abrigó su alma. Era como si pudiera sentir que poco a poco su alma volvía a estar completa y su corazón… su corazón latía con fuerza.
Se encontraba tan absorto que no se percató antes que lo observaban. Como a 100 metros adelante una pequeña figura resaltaba. El pequeño cuerpo salió detrás del tronco de un gran árbol.
Edward caminó despacio en su dirección sin perderla de vista. Se percató de que se trataba de una mujer, una bella y joven mujer. Ella lo miraba fijamente y no se inmutaba ante el inminente encuentro. Fijamente contemplaba su rostro a lo que él no pudo más que detenerse y recorrerla con la mirada. Sintió cómo sus pies se afirmaban en la tierra a cada centímetro del recorrido de su inspección.
Vestía de manera extraña. Era algún tipo de vestido de color café claro, sin mangas y rasgado en varios sitios colgando por sus muslos y estaba descalza. Todo su cuerpo se encontraba pintado con exóticos diseños. Su cabello estaba cuidadosamente trenzado. Largos y rústicos collares colgaban por su escote, sus brazos y sus orejas estaban adornados también. Tenía una piel bronceada y unos ojos espectaculares: grandes, expresivos y verdes como el jade. Era el ser más bello que alguna vez recordó haber encontrado. Él tenía los ojos abiertos, la boca abierta y el cuerpo clavado ante tal imagen. Era glorioso.
Su mundo en ese momento tubo sentido. Su alma estaba completa y su corazón deseaba pertenecer, pertenecerle a ella, solo a ella. Nada más tenía sentido. Su cuerpo le imploraba esa piel, su cercanía, mas sin embargo no podía.
Parpadeó perplejo ante lo que sucedía y un jadeo salió escandalosamente de sus labios. Ella se movía lentamente hacia él. En completo sigilo y a pequeños pasos pero seguros llegó ante él. Se plantó a la distancia de sus brazos… Permanecieron contemplándose. Los ojos de uno estaban en los ojos del otro. Inexplicablemente se daba una comunicación, un reconocimiento, un reclamo. Ella le pertenecía. Él le pertenecía.
Para su mayor asombro sonrió y sin desviar su mirada de la suya dijo:
–Sí, soy tuya.

¿FIN?

Notas:
1. Plan de vuelo: Ruta a seguir, puntualizando cada lugar de sobre vuelo y/o aterrizaje (ya sea para pasar la noche (pernoctar), cargar combustible o para pasar algún tiempo allí). En este se deben especificar aeropuertos alternos (pistas de aterrizaje autorizadas como segunda opción en el caso de que el punto citado en el plan de vuelo no se encuentre disponible) en caso de emergencia (protocolo).
2. Hangar: Área techada y privada dentro de los márgenes del aeropuerto destinada como garaje, taller…
3. Envergadura: Distancia de una punta a otra de las alas.
4. Viento de Cola: Ráfaga de aire desde la parte posterior de la aeronave, la cual permite un desplazamiento más apresurado. Contraproducente en la fase de aterrizaje.
5. Asentamiento: Conjunto de edificaciones. Viviendas.
6. E. CULLEN: Matrícula de la aeronave.



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